Ella quiere un amor

Paseando hacia ningún lugar con la mirada en cualquier otra parte y los pies fríos encontró una lámpara de esas de las que sale un genio y concede deseos. Estaba sucia, algo oxidada y no brillaba pero aún así atrajo su interés. La cogió entre sus manos, la limpió con su abrigo y sintió una fuerza extraña que venía de dentro. Por unos instantes se asustó pero sin saber cómo cayó en un dulce sueño.

Despertó delante de un tribunal que le miraba atónito y ella callada escuchaba cual era su condena. Tenía que decidir qué sueño cumplir, solo uno. Después no habría vuelta atrás. Estaba nerviosa y agitada porque recordaba esa advertencia que había escuchado cientos de veces; “cuidado con lo que deseas…luego se cumple”. A penas unos instantes después y sin saber de donde salían aquellas palabras ordenadas y sinceras proclamó en voz alta: – ¡Quiero un amor! El presidente del tribunal golpeó con su mazo y su sueño soñado fue cumplido.

Salió de aquella sala medio aturdida e incrédula sin saber qué había pasado y arrepentida de su deseo. A veces no era capaz de callar ni de contenerse ni mucho menos de aplacar sus propios demonios. Bebía dos cafés al día y sin el primero no daba ni los buenos días. Vivía con prisas, dormía poco, madrugaba más y no soportaba el tic-tac del reloj. Había aprendido a conocerse a sí misma pero no tenía ni una mínima idea de por qué ni para qué quería un amor.

El tribunal había sido claro, no había vuelta atrás. Nunca fue muy arrebatada y pensaba bien las cosas. Amaba el orden, la tranquilidad y la montaña. Un poco cuadriculada y algo rígida en los últimos tiempos la vida le había enseñado a ser más flexible. Intuitiva, dedicaba muchas horas y tiempo a conocer a las personas y si algo le olía mal le hacía caso a su instinto. A veces le salió bien, otras no tanto.

Miró a su alrededor en aquella plaza y no había nadie. Se sentía a salvo, quizás su deseo no había sido escuchado. Vivía serena, en paz consigo misma. Tenía claros sus límites, su techo, la vida que deseaba, las nuevas experiencias que quería vivir, los deportes que quería practicar, las carreras que quería correr, los ciudades que quería visitar y el control que necesitaba de su vida.

Sabía que a veces ponía barreras, que no se daba opción a fallar y que se auto exigía lo imposible. Le costaba aceptar el cambio y era tozuda por eso nunca tiraba la toalla, tampoco con las personas. Hasta que un día le robaban el aire y ahí no había vuelta atrás. Estaba dispuesta a dejar entrar a alguien más en su vida y no negaba su felicidad pero le daba más miedo no saber conservarla. Un día lo tuvo todo, otro lo perdió en una mala jugada.

Había comenzado a vagar por aquella ciudad que no conocía. Cansada se sentó en un banco mientras la brisa columpiaba sus mechones y cuando despertó alguien cogía su mano suavemente. Su sueño se había cumplido y un amor esperaba a que despertara. Y en ese preciso instante supo que era él. Cualquiera puede estar a nuestro lado pero solo uno sabe esperar a que despertemos. Solo uno nos acepta en todas nuestras versiones y sabe cómo nos gusta el café.

Hay que saber pedir al universo. Los átomos están ahí en el espacio esperando a unirse con otros miles para formar un cuerpo. Si ellos son capaces de lograrlo, nosotros somos capaces de lograr cualquier cosa que nos propongamos. A veces la magia hay que crearla y las oportunidades también.

Ella quería un amor y él la quería a ella.

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