
Hemos hecho de lo diferente lo raro cuando deberíamos considerarlo lo extraordinario. En un mundo en el que las copias se suceden, los valores se cuestionan y las opciones son mínimas, no ser igual es ser un superviviente.
Los mismos padres no soñamos con tener un hijo que destaque. En cuantas conversaciones he escuchado que tener un hijo talentoso bien pero superdotado no, por favor. No critico ese pensamiento si tenemos en cuenta la sociedad en la que vivimos. Cuando los niños son pequeños en algún momento empiezan a decirse cosas feas, en la mayoría de los casos sin ser plenamente conscientes. Llegan a la adolescencia y se despellejan vivos con un arma en la mano que sepulta a muchos jóvenes con ganas de ser diferentes pero con miedo a serlo. Y nadie debería vivir con miedo a ser quien es o cómo es.
El eterno debate de a qué edad están listos nuestros hijos y alumnos para tener móvil y acceso a las redes sociales no debería generalizarse en unos años y sí en un nivel de necesidad y madurez. Los padres nos dejamos arrastrar por la masa y aceptamos por no hacer a nuestro hijo diferente y que quede excluido. Lo que no sabemos es cuánto sufrimiento podríamos ahorrarles durante unos años más.
No estoy en contra de la tecnología pero sí del uso que se hace de ella. Comer con el móvil en la mesa o con la televisión encendida mientras compartimos mesa y mantel hace que no nos miremos a los ojos, que aparquemos los temas y que la comunicación desaparezca. Los años van pasando y ese dedito que hacía tanta gracia cuando tocaba la pantalla de su primera tablet hace que hoy unos años después no nos cuente nada de lo que pasa por su cabeza. Todo en su medida aporta muchos beneficios y no podemos negarnos al futuro pero sí podemos darle coherencia al asunto.
A veces apostar por crear la diferencia hace que otros muchos se sumen a nuestro carro. Siempre hay pioneros, cabecillas que van dando los primeros pasos y que nos empujan a la reflexión. Muchos tenemos miedo al cambio en ciertos aspectos de nuestra vida pero se trata de dejar caer velos, de reconducirnos.
Necesitamos respetar la diferencia, ponerla en alza y empezar a educar niños extraordinariamente distintos. Nuestra sociedad necesita un cambio, necesitamos adultos capaces de conjugar pasado y futuro. Su presente fue creado años atrás con nuestras decisiones de padres y educadores. Ahora les necesitamos siendo críticos, cívicos, pasionales, temperamentales y libres, muy libres.
Nuestras diferencias de hoy deben unirnos en el mañana.