
Aunque la vida nos conduzca a la mayor de las incoherencias y nuestro mundo se convierta a veces en una jauría de palabras que vuelan a la velocidad de la luz, en algún momento vuelve la concordancia de género y número y las notas suenan afinadas.
Soy presuntamente culpable de usar las palabras como escudo, de mezclar los sentimientos agitados en una coctelera y de que mis acciones no reflejen nada de lo que quiero y de lo que necesito. Imposibilitada de expresar y de confiar con los ojos abiertos. Lacrimógena desde nacimiento y sensible a los gestos poco calculados.
Las palabras tienen el mayor de los poderes que podemos tener los seres humanos porque destruyen en un minuto todo lo construido en diez. Pero también reconstruyen, curan y alivian. Pero esas palabras sin ser acompañadas de la verdadera intención suenan huecas y hieren profundamente.
Lo mismo ocurre con los abrazos, con las citas y las conversaciones. Nada que no se haga con la verdadera intención es captado por el receptor como una mentira, una actuación y causan dolor. En ocasiones no hay más remedio que camuflar las intenciones pero es necesario aprender y ser consciente de que se está haciendo.
Me he convertido en una actriz de mi propia vida, solo que cambié ser la actriz secundaria por la principal. Y volví a escucharme para saber que no puedo cambiar la intensidad de mi vida pero sí el tono en el que me tomo todo lo que vivo. Todo tiene su tiempo y todo tiempo tiene su todo. Es mejor tener todo en tu vida que ser nada en la de alguien.
No me gusta el buceo como deporte o afición tal vez porque llevo algunos años sumergiéndome en mi propio océano de emociones. Ya sé lo que es viajar a las profundidades y escarbar. Encontré algunas monedas de oro, saqué a la superficie algunos tesoros y el resto, mejor dejarlo ahí por un tiempo más hasta que su peso sea lo suficientemente grande para arrastrarme a desenterrarlo.
La ecuación es fácil de resolver solo se trata de mantener el equilibrio entre lo que se dice, lo que se siente y lo que se transmite. Pero las matemáticas hay problemas que no pueden resolver, la medicina enfermedades que no pueden curar, y hay palabras que nunca se pueden borrar una vez pronunciadas. La vida que nos ha tocado es ésta y hay que seguir bailando aunque las palabras revoloteen a nuestro alrededor como mariposas buscando donde posarse. Si son de luz acojámoslas y si no dejemos que se la lleve el viento.