
En días de silencio y de silenciarse es necesario echar la vista atrás y analizar todo aquello que ya no tenemos, aquello que la vida nos retiró y ya no forma parte de nuestro yo ni de nuestro camino. Pero también es justo mirar todo lo que nos regaló, los milagros que obró en nuestra existencia y las personas con las que nos bendice aquí y ahora.
Nos anclamos como los barcos en los dolores, las frustraciones y las tristezas como si no supiéramos que son igual de pasajeras que las alegrías y los buenos momentos. Es cierto que hay heridas que tardan más en cicatrizar pero aún así podemos encontrar un bálsamo y un antiséptico que nos calme el dolor. Siempre hay un pequeño milagro aguardando en la esquina de nuestro camino pero la impaciencia no nos hace verlo.
Hay personas que se marchan de nuestras vidas porque la muerte viene a por ellas justo en el momento que ya nos habían enseñado lo que necesitábamos o porque con ellas no es posible que aprendamos lo que nos hace falta. Y aún cuando su marcha parte nuestra alma con el tiempo descubres que algún pequeño milagro sucedía también pero no eras capaz de verlo o sentirlo.
De repente tu vida no es para nada cómo la habías imaginado ni soñado. Y tienes que dejar de lado tu zona de confort y todas tus expectativas cambian. Estar sentada al sol en pleno invierno con tu bebé en brazos es todo lo que necesitas. Compartir tu hora de comer con un equipo humano que te hace reír y seca tus lágrimas es más de lo que habías imaginado en tu lugar de trabajo. Que alguien te regale unos calcetines justo con ese mensaje que necesitas para continuar, que salte tu buzón de voz para no atender esa llamada que te robará paz, que encima de tu mesa haya un dibujo en forma de corazón, que dos pequeñas campanillas revoloteen todo el día a tu alrededor y que alguien sonría porque sí al pensar en ti son esos pequeños milagros que tenemos en nuestras vidas y nos pasan desapercibidos.
Somos severos con la vida y nuestro destino. Señales y más señales nos advierten que las oportunidades se van acabando, que nuestro tiempo se va agotando, que las despedidas se van acercando, que hay temas que han de concluirse, que los días se van acortando y que es el momento de empezar a cambiar nuestra visión de las cosas. Es cierto que vivimos en un mundo hostil y nos acompañan unas circunstancias difíciles pero debajo de toda esta capa de miedo e incertidumbre en este mundo cada día se producen pequeños milagros de los que nadie habla. Quizás decir que eres feliz en esta época es una osadía pero más lo es no intentar serlo.
La vida a todos nos quita pero también nos da. Nos puede parecer que pagamos un precio alto por lo que nos da pero quien sabe si somos merecedores de algo más…tal vez no hoy…no ahora… pero quien sabe mañana…o el año que viene…