
Estamos en días santos en los que cargamos nuestras propias cruces. Nuestra espalda va acumulando todos nuestros dolores y nuestras bajas pasiones. Envueltos en este halo de penitencia llegamos a los pies de la cruz para dejar a sus pies todas nuestras sombras.
Cada año y en estos días santos nos silenciamos para escucharnos por dentro porque fuera solo hay mucho ruido. Nos quedamos inmóviles y soltamos ese botón que nos aprieta el alma y nos deja sin aire. Y es el momento de parar, recapacitar y volver a caminar cuando llegue la madrugada.
Esta bien ser apreciado en lo superficial pero es más duradero serlo en la profundidad porque ahí es donde estamos totalmente desnudos. No hay gafas de sol que oculten nuestros ojos ni mascarilla que cubra nuestra boca.
Días santos, días de reflexión. Días de callar más y hablar menos. Días para escucharse y aceptar que la desconfianza es cruel para con el otro pero más para con uno mismo. Es negarse la oportunidad de creer y crear. Es un rechazo a la felicidad y a la abundancia que tantas lunas nos costó alcanzar.
A penas unas pocas horas para no matar la esperanza con pensamientos que enredan el alma y para guardar en el cajón de los noes a esos “niñitos interiores” que se quieren apoderar de nuestro destino cuando ellos ya tuvieron su tiempo, su lugar y su espacio.
Con la música de tambores de fondo y subiendo la cuesta de nuestro monte perdido, vamos pidiendo al destino que nos enseñe que la vida puede vivirse sin tantos dramas pero que no sabemos hacerlo, vamos pidiendo sosiego y un cariño hacia nosotros que no somos capaces de darnos, vamos pidiendo que al alba todo lo veamos con la lupa del corazón y no de la razón y vamos pidiendo despojarnos de todas las batallas internas que libramos cada día y que nadie conoce.
A veces demasiado blancos por fuera pero heridos por dentro, sanos de cuerpo y locos de mente pero felices aunque el mundo rabie. ¿Quiénes son ellos para juzgarnos? ¿Quiénes nosotros para dejar que lo hagan? Nosotros somos esos que creemos que a los pies de la cruz desde arriba nos mira quien más nos conoce.