Fuera de plazo

No siempre se cumplen los plazos. No siempre podemos cumplir con las fechas y no siempre acabamos lo que empezamos. Hay decisiones que no pueden aplazarse ni cariños que pueden postergarse porque entonces ya es tarde.

Todos hemos vivido ese momento en el que sabes que dejaste escapar una oportunidad. Hay palabras que quedan ahogadas en la garganta, abrazos que no damos y sonrisas que no mostramos.

Rogamos prórrogas sabiendo que hay cosas que es mejor acabar pero no lo hacemos por debilidad si no para coger fuerzas y salir de la forma mejor parada y menos lastimada. El problema es que no siempre le hacemos caso a nuestra intuición y no sabemos ver las señales.

Pedir un tiempo es justo para quien lo pide y una amarga experiencia para quien lo concede. Y todo esto nos pasa porque no somos responsables emocionalmente y no nos hacemos cargo de que los gestos han de acompañar a las palabras. Hablamos de más y decimos mucho pero hacemos de menos y actuamos poco para hacer sentir tranquilo al otro. Cuando estableces lazos con otra persona, independientemente la relación que te una a ella, adquieres una responsabilidad de no dañarla sea cual sea el tipo de daño.

Nadie nos enseñó a saber que nuestras emociones no solo nos afectan a nosotros si no también a los que nos acompañan. Entendemos que empuñar un arma contra otro atenta contra su bienestar, somos conscientes que nuestras palabras alcanzan al otro y pueden destruirle pero olvidamos que nuestras emociones acompañadas de nuestras acciones y gestos a veces hacen sentir a la otra persona confundida y desconfiada. Y no hay nada peor que la duda. Porque vivir en la duda arruina el más bello sentimiento junto a la decepción que es la que mata el amor entre dos personas.

Evidentemente cada uno ha de hacerse cargo de sus emociones sin salpicar a nadie pero no debemos olvidar que enfrente tenemos a alguien al que podemos hacer sentir bien con un simple gesto, con una mirada, con una caricia, con un abrazo de siete segundos y con te quiero dicho bajito al oído robando ese pequeño momento al resto del mundo.

Y como siempre me gusta repetirme “todo lo demás no importa”. Las heridas siempre escuecen y siempre habrá gente dispuesta a echarnos sal en ellas así como gente que nos ayudará a cerrarlas. Los momentos pasan y siempre habrá gente que los desperdiciará a nuestro lado y otros que contarán los minutos para compartirlos con nosotros. Los afectos van y vienen y solo unos pocos se detienen y aunque no queramos hay cariños que se aplazan y jamás vuelven. Los trenes vuelven a pasar y quizás nos pille sin el billete comprado o en otra estación pero hay que arrepentirse de lo vivido no de lo guardado, no de los “casi”, no de “no es el momento”, ni darle espacio a los miedos.

Con prórrogas o sin ellas, con los plazos cumplidos o por cumplir…esta es la vida que nos tocó vivir y cuando nacemos adoptamos una serie de compromisos para con el prójimo en el que aceptamos no dañarle. Quizás sea el momento de aceptar que nuestra responsabilidad también está en proveerle de seguridad emocional no sólo física. En algún momento hay que dejar de comportarse como niños y abrazar otras posibilidades entendiendo que hay formas que están ya fuera de plazo.

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