Mi vuelta al sol

Una vuelta entera al calendario y hoy volvió a colocarse el sol justo en el mismo punto donde hace unos cuantos años atrás abrí por primera vez mis ojos y exhalé mi llanto más fuerte al encontrarme de frente con este mundo. No sé cuántos ojos miraban aquella escena ni cuántos corazones pudieron encogerse al ver aquella bebé pequeña y arrugada pero estoy segura que no faltaron manos para cuidarme dada mi fragilidad. Pudo parecer que iba a romperme pero mis ancestros lucharon por vivir en una tierra de pobreza, guerra y hambruna así que parte de esa fortaleza bombeaba mi sangre y me devolvía el aire que necesitaba para vivir.

Años de infancia teñidos de abuelos, pueblo, primos, comidas caseras, una madre que copiaba al detalle los vestidos de las mejores marcas infantiles, un padre que jamás se desesperó con mi torpeza en las matemáticas y un hermano que cogía mi mano entre los barrotes de la cuna.

Vino la adolescencia aunque no se quedó por mucho tiempo. Eran otros tiempos y mi cabeza tenía demasiados sueños por cumplir. No daba mucho el modelo de adolescente repelente y mis días se basaban en una lucha contra misma por obtener buenas notas. Jamás me importaron los resultados del resto pero sí los míos. Quería alcanzar algunas metas, me equivoqué de itinerario pero llegué a la universidad. Fui y soy la primera mujer de mi familia que pisó una universidad y solo de recordar como mi abuelo guardó aquel periódico en el que ponía mi nombre sé que todo esfuerzo valió la pena.

Y allí entre en una carrera de la cual había oído hablar bien poco y que existía desde que el mundo es mundo. Fueron los años más bonitos que recuerdo de estudiante, los más divertidos y conocí a cinco mujeres que ya nunca se salieron de mi camino. Nuestra vida cambió mucho, dimos vueltas de campana pero aquí seguimos como el primer día.

Vinieron las primeras experiencias laborales. Los primeros amores. Las primeras decepciones. Las primeras derrotas. Y los primeros adioses que me torturarán por el resto de mis días. Bodas, bautizos, mudanzas…

Y llegó ella mi Pequeña Campanilla I. Sé que desafié al destino, que jugué al todo por el todo pero hoy te miro y aceptaría cualquier maldición porque antes o después estaba escrito que vendrías a enseñarme a no rendirme. Pasaron los años, la madeja se fue complicando y un nuevo test dio positivo. Y ella mi Pequeña Campanilla II encendió mi luz. Sus ganas de vivir me recordaron que algún día yo también necesité que alguien confiara en la vida.

En este trece de junio me felicito a mí misma por haber vivido uno de los años más duros que han exigido que subiera al Everest con tacones. Y lo he hecho porque no había opción. He llorado, he peleado, he sentido todo tipo de emociones, he experimentado nuevas sensaciones, he acogido nuevos amigos y me he despedido de una parte de mi vida a la que dejó atrás junto con algunas personas. Y me felicito por mantenerme fiel a mi camino, a mis creencias y por intentar dejar ir. Cuando soplé mis velas de la tarta supe que en esa mesa estaba todo lo que quería. Quedan algunas sillas vacías preparadas para largas tertulias y brindis.

Cuando llegue tu día no olvides encender tus velas y no dejes que nadie apague tu luz porque en cada una de ellas hay un sueño esperando a ser cumplido por ti, solo por ti. Nadie puede cumplir nuestros sueños pero tenemos que ceder el mando al dueño del universo.

Hoy empieza una nueva vuelta al sol…

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