
365 días más han completado mi nueva vuelta al sol. Echo la vista atrás y no puedo creer lo rápido que han pasado mañanas y noches. Tal vez porque los he vivido intensamente, tal vez porque hice que contaran y no solo sirvieran para descontar tiempo.
Este año no fue el de los pasos de gigante. No se trataba de crecer como el anterior y sí de ser capaz de mantener lo alcanzado y cumplir lo prometido con mi propia vida. Quizás mi camino estuvo más despejado de piedras y no hubo tantos muros ni montañas que escalar con tacones pero mi razón tuvo que entender más que nunca que la paciencia todo lo alcanza.
He andado unos cientos de kilómetros y he desgastado mis suelas intentando aceptar que los planes y los momentos no me pertenecen. Que todo es mejor siempre cuando sucede a su tiempo, en su lugar y con quien tiene que suceder.
Claro que he llorado y mi corazón ha estado bien apretado y también he vivido toda mi maternidad en sus extremos pero también he reído hasta doler el estómago y he disfrutado de todos los días de sol y las noches estrelladas.
He tenido a mi familia para sostenerme y a mis pequeñas campanillas para abrazarme y sentir el amor más bonito del mundo. Unos compañeros con los que disfrutar trabajando y llorar riendo. Unos alumnos de los que aprender y enloquecer a partes iguales.
Y que decir de los amigos que son la familia que elijo cada día, esos nunca fallan. Hemos viajado, hablado hasta la madrugada, brindado por todo lo bueno y hemos creado una red de planes donde poder ser la mejor versión de cada uno.
Pero este año he vaciado mi mochila de unas cuantas culpas que jamás podré arreglar y he dejado el pasado pesado para mirar hacia el futuro de frente. Y no, no he dejado de soñar porque mis sueños viven en mí y he vuelto a creer en mí.
No supe levantarme de la mesa cuando el amor ya no se servía, me faltó valentía u osadía o quien sabe si me destino era llegar hasta ese momento y poder partir y llegar a una nueva mesa en la que el amor si se sirve. Un menú sencillo basado en el respeto mutuo, en el equilibrio y con unas infinitas ganas de vivir en paz. Y de postre, chocolate de ese que endulza el alma y hace que todo se coloque en su lugar y a su tiempo.
Si me lees mi “yo” del futuro, no corras, y cree que todo es posible. No se muere de dolor ni de pena, vive, aprende para crecer y hacer que todo florezca a tu alrededor. Se luz aunque todo esté oscuro, eres más fuerte de lo que piensas y quiérete tanto que no escuches el ruido de las palabras que hieren. Nos vemos al otro lado y contamos juntos todas las razones que esta vida nos dio para sonreír.
Enhorabuena por la entrada, llena de luz y esperanza, y por ser capaz de lograr todas estas cosas que describes. Son grandes, grandísimas cosas.
Me quedo con muchas cosas de tu entrada; una de ellas es que ..»la paciencia todo lo alcanza».
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