
A penas en unos días empezamos el último mes de este año 2022. Vuelvo la vista atrás y creo que más que nunca este año me quitó los días sin darme casi cuenta. Un año muy exprimido en muchas áreas de mi vida. Y así llego casi sin aliento y con las fuerzas suspendidas en el aire. Para alguien a quien le gusta el control, no disfruta con tanto cambio y no sube a montañas rusas el año estuvo bien repleto de movimiento.
Sé que mucha gente disfruta saliendo de su zona de confort, otros no lo soportan y luego estamos los que preferimos salir por nuestro pie y la vida nos empuja al borde del precipicio para que decidamos si tirarnos sin paracaídas y confiar. Y está siendo un año de poner en práctica todo lo aprendido en estos años de terapia y de cosechar todo lo trabajado con tanto esfuerzo. Año de silencios largos y de alma agitada que hicieron que este último mes se sirva un cóctel muy agitado de emociones que para una mente racional como la mía resulta un poco amargo.
Mucha gente cree que los fuertes siempre lo somos pero ellos no nos ven entre bastidores mordiendo nuestras uñas y secando rápido nuestras lágrimas porque el espectáculo de la vida tiene que continuar y no porque no queramos mostrarnos vulnerables si no porque no tenemos más opción que esa. Quizás seamos los fuertes los más sensibles, los que aprendimos a medir nuestras palabras y los que sabemos leer las entrelíneas de los gestos de los otros aunque callemos.
El tiempo me enseñó que todo lo que empieza algún día también acaba pero fue un alivio entender que todo pasa. Aún en los días más sombríos agarrarse fuerte a esta idea es la que me mantuvo con esperanza. Ese mismo tiempo también me enseñó que el amor lo puede todo pero que a veces no es suficiente. Y al final cada uno está donde debe estar. Mirar a los ojos de alguien a quien se quiso y agradecer lo aprendido es otro capítulo por escribir. Mirar a los ojos de alguien a quien se quiere y tener el valor de ser uno mismo mostrándose totalmente vulnerable son las líneas más torcidas que escribiré este año.
Si hay algo que odio es tener razón en ciertas situaciones. Pero no puedo silenciar a ese yo interno que me abre los ojos y me coloca ante una realidad que no puedo cambiar. Soy consciente de las cartas que tiene mi baraja y es ahora al final de este año cuando acepto que no tengo ningún as guardado en la manga. Mi vida es la que es y es con quien es. No cambio a mis reinas ni tampoco prescindo de mis torres. Necesito a mis alfiles cerca.
Este año empezó y casi acaba pero lo que es cierto es que pasará. Quedará ahí en un rincón de la memoria quizás como un año de bienes con mucha nieve o tal vez como un año que secó mis lágrimas porque no hubo noches para derramarlas.