La vida va de…

La vida se nos va mirando al resto sin vernos a nosotros mismos, llorando por lo que dicen y hacen los demás sin reflexionar el por qué nos tiembla el alma. La vida es corta y nosotros la hacemos aún más esperando eso que quizás nunca llegue.

La vida no va de no dejar que el otro haga lo que quiera o sienta pero tampoco de que el otro espere que no sigas tu camino. La libertad y el libre albedrío siempre valen un precio que hay que pagar en la aduana de nuestro camino.

La vida se nos va actuando como se espera de nosotros, viviendo la vida que otros piensan que es la que tiene que ser y luego cuando se te caen las cartas al suelo los sabios son los primeros que huyen y se quedan los rebeldes que no encajan.

La vida no va del blanco y negro pero tampoco de unicornios y arco iris. La vida del aquí y el ahora, de lo que se vive hoy. Va de cumplir ilusiones y de luchar por hacer posibles tus sueños.

La vida no son siete días a la semana, doce meses o los diez años de una década. La vida va de madurar pero alimentando ese niño interior y dejándolo a raya. La vida va de acertar cien y fallar mil. Pero de intentar siempre las mil para alcanzar las cien.

La vida va de regalar tiempo solo a quien sabe que sin tenerlo se lo das a fondo perdido. Va de hacer pequeñas locuras y tener pequeños caprichos. Va de hacer a veces lo que debes, otras lo que quieres y muchas lo que puedes. Pero siempre de forma consciente.

La vida va de ser el viento que pone en marcha los molinos, de ser el aliento de quien lo perdió, el hombro de quien está cansado y la mano que sostiene no que mece la cuna.

La vida, la mía va de niños. Va de una profesión que hay días que me abandona y otros la dejo ir para volver al día siguiente y seguir confiando que la educación será quien salve al mundo. Mi vida va de muchos planes y poco tiempo para realizarlos. Va de renuncias, noches en vela y ver pelis en casa mientras me dejo atrapar por el sofá. Va de domingos de excursión, de cumpleaños y va de ese círculo seguro al que recurrir cuando la tierra tiembla bajo mis pies. La vida, mi vida va de agradecer las segundas oportunidades. Va de saber que estás y le pones freno a mis miedos y le soplas a mis demonios.

La vida es esto que pasa hoy…

Reconciliación…

Llegó ese momento de reconciliarnos con nosotros mismos y aceptarnos con todos nuestros errores, nuestro pasado y nuestros bolsillos vacíos. Ahora que arranca un año nuevo y con la nueva lista de propósitos es momento de elegir solo aquellos que sean fundamentales. Si te quedara un tiempo limitado de vida que pedirías, qué querrías conseguir a nivel personal antes de que el árbitro pitara el final del partido.

Tengo claro que un día la última puerta se cerrará pero mucho antes de eso y para dejar de repetir los mismos patrones que solo me llevan a cometer los mismos errores necesitamos reconciliarnos con nosotros mismos, perdonarnos y amarnos por nuestra humanidad. Es más valiente escribir unas letras llenas de ira que dejar que la vida nos lleve. Cada uno cura sus heridas como puede pero curarlas nos permite cerrarlas y continuar con nuestro camino. Y el “otro”… es el otro… con su camino, sus agujeros y sus heridas…

Me reconcilio con la mujer que soy ahora y que hace terapia por y para ella. Nunca se trató de nadie más pero sí de no verter en el otro el agua que rebosa de mi propio vaso. Me reconcilio con esa mujer que sí sabe recibir las bendiciones y ser bendición en la vida de otros.

Me reconcilio con la madre que soy ahora. Mis circunstancias cambiaron y no alcanzo una maternidad perfecta. Pero me hago consciente del tiempo que comparto con mis pequeñas campanillas y sigo trabajando en una paciencia que ellas merecen. Y me llena de paz saber que no necesitan a la madre perfecta sino a la que eligieron con todas sus taras. Porque esas taras sanará su futuro.

Me reconcilio con la persona que no quiere cargar con los miedos de otros y sí dejar en manos de la vida lo que el futuro quiera traerme. Quizás esta vez sea la correcta o tal vez vuelva a tropezar pero me libero del peso del error y me lleno de toda la Fe que mis ancestros dejaron como herencia.

Me reconcilio con mi cuerpo. El paso de los años se refleja en mi rostro y la salud me flojea. Lo desnudo delante del espejo y lo miro como el templo que albergó tres corazones que latieron dentro de él. Apuesto más que nunca por ganar en fortaleza, llenarlo de energía y embellecerlo.

Me reconcilio con mi tiempo. Un tiempo para mí y para compartir. Me reconcilio con la idea de que no llego a todo ni a todos. No tengo para donar en este momento más. Si resistimos el azote del viento resistiremos por siempre. Sé que así será porque jamás una tempestad pudo derrotarnos.

Me reconcilio contigo por si crees que no eres querido ni importante porque el tiempo abrió una pequeña brecha. Nadie pasa por nada y nada pasa por nadie. Por mí siempre pasarás, siempre serás todo aunque nuestros ritmos hayan cambiado.

Me reconcilio con mi futuro apretando mis manos y pidiendo al cielo que siempre me inspire a tomar el camino correcto.

Carta a los Reyes Magos

Queridos Reyes Magos:

Como cada año os hago llegar mi carta. Sé que voy con retraso pero vosotros que me conocéis desde hace tanto tiempo sabéis que este año voy a pediros pocas cosas pero muy valiosas. No hablo de joyas ni dinero hablo de eso que me mantiene anclada al suelo y me llena de paz.

Os pido que la salud me acompañe todo el año y que mi cuerpo responda a las exigencias que los días me impongan. Necesito estar fuerte y tener tiempo para cuidar de mí y no solo hablo de endurecer mis músculos si no de que mi cabeza se aleje de las tinieblas. Necesito que la voluntad no me falle y seguir aprendiendo con terapia lo que le vida me muestra una y otra vez.

Os pido que mi creatividad siga en aumento y que las buenas ideas sigan fluyendo al margen de lo que hagan o no el resto. Quiero probar nuevas formas de expresión creativa y dejar que todo fluya. No ponerme barreras es mi objetivo, no buscar atajos y dejar a un lado esa zona de confort que busco y alejo a partes iguales.

Os pido que mi maternidad siga siendo la que es sin pretender pertenecer al club de las buenas madres porque no está entre mis planes aprender a hacer croquetas ni alardear de una paciencia infinita que no tengo. Cantidad o calidad me dan igual pero sí quiero seguir teniendo consciencia de que el tiempo pasa rápido y que estos días de magia e inocencia pasarán.

Os pido que mi familia y mis amigos sigan a mi lado celebrando mi dicha y llorando mis penas. Unos buenos oídos para escuchar la respuesta aunque no sea la deseada y unos grandes ojos que miren más allá de la simple vista. Nunca miré de reojo ni me importó no seguir todos los cánones. Sé que me seguiré equivocando y tropezaré. A veces seré torpe en mis preguntas pero seguiré siendo una chica a quien querer y no soportar.

Os pido que dejéis tranquilo mi corazón. Fueron años muy agitados pero encontró la paz y la calma que necesitaba. Camina en la misma dirección que otro corazón sin prisas pero con sueños compartidos. En el pasado quedaron muchos capítulos cerrados y ahora se abren otros nuevos. Cuando nos llegue una nueva oportunidad dejad que lo busque y no descanse hasta encontrarlo. Dejad que nos cojamos antes de la mano y prometedme que ahogareis mis lágrimas entre risas.

Me despido de vosotros reyes magos agradeciéndoos de ante mano todos vuestros presentes. Sé que hacéis lo que podéis y que en vuestra mano solo está una pequeña parte el resto es trabajo mío. Si me dejáis un poquito de carbón lo entenderé. Hay días que no doy ni una y que no soy nada de lo que predico.

¡Hasta el año próximo! Me dormiré pronto para que os dé tiempo a repartir a todos sus buenos deseos y a alimentar sus sueños y esperanzas con la ilusión y la mirada de los niños pequeños.

¡Hasta siempre 2022! ¡Biendeseado 2023!

A penas cinco días nos separan del inicio de un nuevo año y toca decir adiós a este año par para recibir con los brazos abiertos al próximo que es impar y suma siete. Número considerado especial por el propio Pitágoras que recoge desde las siete maravillas hasta los siete pecados capitales.

Como cada año escribo en un papel los dolores y las heridas que quiero dejar atrás para quemarlas con el fuego de una vela que dará luz a todos los sueños que dejaré por escrito para que sea la vida quien decida si es el momento de perseguirlos y lucharlos.

Una maravillosa lección que aprendí años anteriores fue que hay sueños y deseos que a veces es mejor aplazar por un tiempo y estar atento a las señales para saber cuando es el momento de soñarlos.

Este 2022 que aún nos acompaña ha sido el año de las primeras veces. No pensé en los inicios del año que tendría que salir de mi zona de confort y arriesgar el todo por el todo. Eso supone poner al descubierto no solo el cuerpo si no el órgano que se rompe con más fragilidad que es el corazón.

Aposté por ti y me dejaste ganar. Gané tiempo para cuidarme por dentro y fuera, gané la recompensa de dos vidas que son el mayor tesoro que jamás pude desear y que crecen fuertes y valientes, gané a los amigos de siempre que habían recogido mis lágrimas de años anteriores y han compartido mi dicha de este año y te gané a ti. No creo valer el precio de tu mayor sueño pero mi vela dio luz a mi sueño soñado contigo.

Te pusiste duro en algunas otras parcelas de mi vida, sacaste a la luz heridas que creía cerradas y el error fue creer que es otro quien las abrió cuando viajan conmigo desde que fui esa pequeña célula en el vientre materno. He vivido deprisa, hay días que me ha faltado el aire, he sucumbido al estrés, he llorado entre bambalinas y momentos en los que no me he soportado por dejar que la mente lo ennegreciera todo. Pero este año he aprendido a vivir no a sobrevivir. Y este ha sido mi gran triunfo. Vivir, sonreír y dejar que el mundo se cayera.

2023, te he apodado el “biendeseado” y no porque espere que me traigas grandes días si no porque me he propuesto buscar cada día de tus días un gran motivo por pequeño que sea. Mi lista de cosas pendientes es larga y quedan pocos huecos pero sabes que seguiré adelante aunque haya días que me flaquee el ánimo o se me apodere el cansancio.

Seguiré pidiendo que la salud no me falle, que la terapia me equilibre y me enseñe lo que necesito, que mis esquemas se rompan, que mis líneas se tuerzan y que las distancias se acorten. Año de volar por encima de las nubes, año de asentarse en tierra firme, año de pocos círculos y de dejar que la vida se ordene. Año de pequeñas campanillas, año de Pilar, año de familia, año de amigos de siempre y de nuevos amigos, año de equipo comedor, año de planes de domingo y picnics de sábados, año de tú y yo.

¡Hasta siempre 2022! Gracias por lo que me hiciste vivir. ¡Biendeseado 2023! No guardé mi escudo y no tengo espada para defenderme porque los años me enseñaron que quien por la espada mata por la espada muere. Quizás no se escuchen dulces melodías todo el año pero este mundo necesita dejar de oír tambores de guerra.

Cinco días para decir adiós, siete la cifra que suma el nuevo año y trescientos sesenta y cinco días para caminar con todo. ¡Allá vamos!

¡Feliz Navidad!

La Navidad no va de poner árboles llenos de adornos y luces parpadeantes. La Navidad es compartir tiempo con las personas que más queremos y ser nosotros quienes brillamos.

La Navidad no va de sentarse a la mesa solo a comer ricos alimentos ni de beberse todo de trago. La Navidad es convertirse en el alimento del otro y calmar la sed de quien se sienta a nuestra mesa.

La Navidad no va de sólo reír y aplaudir. La Navidad va de llorar también por los que ya no están a nuestro lado y de agradecer el tiempo que compartieron con nosotros.

La Navidad no va de llenar sillas y escuchar villancicos con una monotonía absoluta. La Navidad es sumar sillas a nuestra mesa con personas que nos quieren de verdad y de inventar nuevas canciones navideñas.

La Navidad no va de esperar regalos ni de recibir. La Navidad es esperar la llegada del Niño Jesús que nos recuerda que siempre hay opciones y que la esperanza somos nosotros aceptando lo que la vida nos trae. La Navidad va de volver a empezar y de creer en su magia.

La Navidad va de pararse sólo un instante para añorar el pasado y mirar con ojos de niño el futuro. La Navidad va de dar oportunidades a quienes nunca nos fallaron, va de primeras veces, va de ilusión y de abrazar a quien nos espera con los brazos abiertos en el andén de una estación, en el aeropuerto o simplemente a quien nos regala lo único que no recuperará que es su tiempo.

La Navidad, la mía, va de sentarme a la mesa con los míos, los de siempre. Es la Navidad de coger las manos de mis Pequeñas Campanillas y decorar el árbol con adornos hechos por ellas desde que nacieron, va de construir los mejores recuerdos de su vida y va de estar juntas compartiendo un tiempo que no volverá.

La Navidad, la mía ya no es solo mía. Ya es de dos. Pocos adornos y mucha magia. Ganas de compartir mesa y mantel, risas y pocas lágrimas, planear nuevas aventuras y dejar que la vida se ordene a su tiempo. La Navidad no es fuera sino dentro de cada uno de nosotros haciendo la promesa de tratarnos con cariño y respeto a nosotros y a quienes caminan a nuestro lado.

Tiempo de Navidad, tiempo de esperanza…

¡Feliz Navidad!

Un poco de mí

Camino deprisa pero más lo hacen mis pensamientos y al ritmo lento de lo que imagino y nunca ocurre los ahogo en mis letras.

Hablo mucho tapando el ruido que sale de mi boca para no ennegrecer los momentos llenos de luz que la vida me ofrece.

Duermo poco y consumo mis horas soñando con un futuro que hace de mi presente mi mejor proyecto y al que me empujó mi pasado.

Río todo lo que puedo y lo que no puedo ante una realidad que pocos conocen y soy la mejor maquilladora de mis propias heridas.

Lloro más por dentro que por fuera conteniendo lo que me ahoga y necesito una vida entera de terapia más que cubrir mis arrugas.

Escucho a todos pero trazo mis renglones torcidos y me equivoco como nadie pero me asusta dar por sentado el para siempre.

Escojo aunque no me elijan, bailo aunque no me acompañen y canto aunque llueva. No me gusta el frío pero no soporto el calor.

Miro de reojo, beso con los ojos cerrados y me descontrola que no haya capitán y que el barco vaya a la deriva.

Confío despacio porque después ya no hay vuelta atrás y no sé entregar la mitad. No me gustan los extremos ni el todo o nada.

Quizás ésta sea yo o quizás la proyección de quien fui o de quien aspiro a ser. Quizás una adivinanza o un acertijo por resolver. Quizás aún estoy por descubrirme y sé que no tengo las respuestas a las preguntas que me hago a mí misma. Quizás el próximo año me acerque un poco más a ser y no estar. O quizás el destino cambie mis cartas…

Echar de menos

Te echo de menos. No hay palabras más bonitas como declaración de amor y tampoco palabras que pesen tanto para quien las pronuncia. Cuando dos personas se quieren el echarse de menos acerca sus sentimientos y acorta los kilómetros. El peligro viene después cuando la distancia ya es tan grande que ninguno se echa de menos.

Echarse de menos no es depender del otro ni sentir su necesidad. Tampoco es querer estar juntos cada minuto de la vida del otro. Es más bien el querer sentir la paz, la armonía y el equilibrio que se tiene al estar juntos. Es vivir la aventura el uno de otro. Es sostenerse el uno al otro. Es saber callar a tiempo y hablar cuando toca.

Echarse de menos no es algo que pueda decirse a todos. Solo caes en la cuenta cuando la otra persona ya no está. El peor momento de ver partir a las personas que quieres es cuando te das cuenta que no volverás a abrazarlas. Los recuerdos seguirán ahí, sus enseñanzas te guiarán y podrás escuchar su susurro a través del viento pero sus manos jamás cogerán las tuyas.

Echarse de menos es una sensación, un sentimiento o un estado por lo que todos moraremos. El ser humano está tan desprovisto de amor por sí mismo y por el otro en estado puro que solo empieza a ganar cuando lo pierde todo. Puede echarse de menos sin dolor y sin lágrimas y convertirse en el deseo de ver a la otra persona.

Nuestra vida está llena de añoranzas. Echamos de menos a personas, situaciones, vivencias, olores…solo si cierras los ojos y los aprietas bien fuerte puedes transportarte a eso que echas de menos y dibujar con tus labios la sonrisa más bonita del mundo. Y así quiero que me echen de menos a mí, sonriendo por lo vivido juntos y con muchas ganas de seguir compartiendo vida.

Hay muchos diccionarios de sinónimos pero deberíamos crear uno de expresiones que nos ayuden a descifrar las entrelíneas que nos alejan de los otros por no conocer el código de comunicación. Nada de interpretaciones ni de versiones. Igual que el morse donde lo que se transmite es lo que se quiere decir. Estaría bien empezar por este expresión “te echo de menos” como sinónimo de quédate a mi lado el resto de mi vida.

El mundo está lleno de infinitas posibilidades, nadie tiene la verdad absoluta pero todos sabemos que echar de menos puede ser la más amarga de las emociones y el más profundo de los sentimientos.

Ojalá que sí

Llega diciembre y mi aplicación de música me recuerda que este año pasé 26.289 minutos escuchando cientos de canciones. Analizan mis gustos y me definen como alguien aventurero en lo musical. Quizás porque me gusta adentrarme en otros mundos y conocer nuevos espacios.

Hay pocas actividades que me guste hacer sin que suene alguna música aunque sea bajito o de fondo. Quienes me siguen saben que tengo mi propia lista para escribir. Una lista que va cambiando, algunas melodías las he ido eliminando para incorporar otras nuevas. Aunque hay momentos en los que echo la vista atrás no suelo detenerme en las notas del pasado porque eso me impide colocarme para escuchar las del futuro.

El año anterior mi canción era sin letra y reflejaba mi decisión de fluir con la vida y de creer en mí misma. Una pieza musical interpretada con piano y cello que me trajo toda la calma y el sosiego que mi alma necesitaba.

Este año una buena parte de mis minutos musicales los he invertido en una canción con letra que no sería capaz de reproducir entera pero que ha hecho que su mensaje calara en lo más hondo de mi corazón. Y es que él ha sido un poco más protagonista este año. Venía algo roto pero se había curado y nunca había dejado de latir por sus pequeñas campanillas, su familia y sus amigos de verdad.

Ojalá que sí es la canción que más se ha reproducido en mis auriculares. Mitad hablada, mitad cantada y con un título que habla de un gran deseo y de un sueño por cumplir. París como ciudad que ella no conoce y libros que él no ha leído. Sin miedo y con ganas de todo. Sin estrellas y con cicatrices. Unidos pero independientes. Siendo valientes, con un billete de ida y vuelta al universo y queriendo volar juntos.

Sin bola de cristal y jugándolo todo con la intuición de alguien que aprendió a perder sonó esta canción durante estos meses casi en bucle. Con los pies en la tierra y los sueños en el cielo la escuché en los días en los que la necesité.

Diciembre es mes de canciones, villancicos y música. Si no sabes decirle a alguien con tus propias palabras aquello que sientes, tus miedos, tus heridas o hablarle de tus sueños…Díselo con canciones…Nuestros gestos serán recordados nuestras palabras olvidadas o mal interpretadas pero una melodía jamás se olvida y una canción se tatúa en el alma de quien la escucha.

Larga vida a la música, a las canciones y a las notas musicales que ordenan nuestra mente, alejan nuestros miedos y hacen desaparecer nuestros monstruos. Larga vida a quienes comparten nuestros sueños y convierten las dudas en certezas.

Todo empieza…todo acaba…todo pasa…

A penas en unos días empezamos el último mes de este año 2022. Vuelvo la vista atrás y creo que más que nunca este año me quitó los días sin darme casi cuenta. Un año muy exprimido en muchas áreas de mi vida. Y así llego casi sin aliento y con las fuerzas suspendidas en el aire. Para alguien a quien le gusta el control, no disfruta con tanto cambio y no sube a montañas rusas el año estuvo bien repleto de movimiento.

Sé que mucha gente disfruta saliendo de su zona de confort, otros no lo soportan y luego estamos los que preferimos salir por nuestro pie y la vida nos empuja al borde del precipicio para que decidamos si tirarnos sin paracaídas y confiar. Y está siendo un año de poner en práctica todo lo aprendido en estos años de terapia y de cosechar todo lo trabajado con tanto esfuerzo. Año de silencios largos y de alma agitada que hicieron que este último mes se sirva un cóctel muy agitado de emociones que para una mente racional como la mía resulta un poco amargo.

Mucha gente cree que los fuertes siempre lo somos pero ellos no nos ven entre bastidores mordiendo nuestras uñas y secando rápido nuestras lágrimas porque el espectáculo de la vida tiene que continuar y no porque no queramos mostrarnos vulnerables si no porque no tenemos más opción que esa. Quizás seamos los fuertes los más sensibles, los que aprendimos a medir nuestras palabras y los que sabemos leer las entrelíneas de los gestos de los otros aunque callemos.

El tiempo me enseñó que todo lo que empieza algún día también acaba pero fue un alivio entender que todo pasa. Aún en los días más sombríos agarrarse fuerte a esta idea es la que me mantuvo con esperanza. Ese mismo tiempo también me enseñó que el amor lo puede todo pero que a veces no es suficiente. Y al final cada uno está donde debe estar. Mirar a los ojos de alguien a quien se quiso y agradecer lo aprendido es otro capítulo por escribir. Mirar a los ojos de alguien a quien se quiere y tener el valor de ser uno mismo mostrándose totalmente vulnerable son las líneas más torcidas que escribiré este año.

Si hay algo que odio es tener razón en ciertas situaciones. Pero no puedo silenciar a ese yo interno que me abre los ojos y me coloca ante una realidad que no puedo cambiar. Soy consciente de las cartas que tiene mi baraja y es ahora al final de este año cuando acepto que no tengo ningún as guardado en la manga. Mi vida es la que es y es con quien es. No cambio a mis reinas ni tampoco prescindo de mis torres. Necesito a mis alfiles cerca.

Este año empezó y casi acaba pero lo que es cierto es que pasará. Quedará ahí en un rincón de la memoria quizás como un año de bienes con mucha nieve o tal vez como un año que secó mis lágrimas porque no hubo noches para derramarlas.

Heridas

Todos tenemos heridas. Algunas provocadas por nuestras propias caídas, otras porque dejamos que sean otros quienes nos hieran y las más pesadas las que portamos sin ser conscientes pero son las que tal vez más duelen.

Las cicatrices no están ahí para recordarnos el dolor que vivimos si no todo lo que esa herida nos enseñó. Quizás afean nuestro cuerpo pero son un claro signo de que sobrevivimos en la mesa de operaciones.

El problema no son las heridas si no la cantidad de sal que echamos en ellas. Enloquecemos del dolor y aún sabiendo que es la mente la que puede hacer que desaparezca nos regodeamos en el dolor haciéndonos víctimas. No hay nada más peligroso que alguien creyéndose la víctima del cuento cuando es uno de los verdugos de la historia.

Las heridas vienen acompañadas de palabras que retumban y que caen como piedras en el alma. El poder de la palabra lo cambia todo. Dichas en el momento exacto salvan o enlutecen a quien las escucha. Las peores son las que salen sin ninguna intención y suenan como dardos lanzados justo al centro de la diana.

No hay que temer a las heridas. Tampoco pasa nada porque sangren alguna vez. Quizás sirva taparlas pero al final sabemos que hay que dejar que el tiempo las cierre con nuestro esfuerzo y nuestras lágrimas.

Cada uno lleva las suyas. Nadie puede cosernos las nuestras. Y con la experiencia de los años uno aprende a no dejar que otros hurguen si no van a quedarse a ver cómo se cierran. Nadie debería tener jamás el poder de hacernos sentir menos o mal por las heridas que tenemos porque las que ven en nosotros son las que necesitan curar en ellos.

Todos los años nos cierran algunas, nos abren un poquito otras y nos van haciendo pequeños rasguños que tenemos en nuestra mano que no se conviertan jamás en herida. La responsabilidad es nuestra y sólo nuestra. Los otros son los otros y ya aprendimos eso de que quien quiere estar está. No hay nada más cierto que el tiempo es el mismo para todos pero cada uno hace su propia elección de en qué o en quién lo invierte. Hace mucho entendí que un día el tiempo se acaba y después no hay más que una mano llena de monedas no gastadas.

No podemos dejar que las heridas nos definan y condicionen nuestra vida. Pero hay días que es bueno pasar nuestros dedos y acariciar nuestras cicatrices para darnos cuenta que si un día sobrevivimos podemos volver a hacerlo siempre.