STOP SUICIDIO

No lo hagas. Acabarás con tu vida y no volverás a brillar jamás.

No lo hagas. Hoy duele pero si resistes podrás salir de todas esas sombras que te acompañan.

No lo hagas. Busca ese motivo para respirar aunque el aire te ahogue una vez más.

No lo hagas. Te llevarás contigo el dolor de muchos y la pena de haberte perdido.

No lo hagas. Mira a tu alrededor y encuentra ese interruptor que encienda ese yo que desea vivir.

No lo hagas. Llora cada mañana, grita desde una montaña y refuerza tu esperanza.

No lo hagas. Deja que cojan tu mano, apoya tu cabeza y confía en que todo pasa.

No lo hagas. Inspira la certeza de que vale la pena esta vida y que hay alguien que desde el cielo te guarda.

No lo hagas. Deja que la lluvia se lleve tu alma herida y que el viento despeje todas tus dudas.

No lo hagas. Cree en ti. Extiende tu mano y pide ayuda. Camina. No te quedes quieto. Sacude tu tristeza. Vuela. Sueña y que sea la vida quien decida qué ha llegado tu despedida.

#stopsuicidio

Carta abierta a una hija

Querida hija te eduqué para que entendieras que en la diferencia está la verdadera belleza. Que no hace falta ser todos iguales y pertenecer a la masa pero que la decisión es tuya y nadie puede condicionar tu respuesta.

Ahora no lo entiendes y no sabes de qué hablo porque tu mundo es algo distinto al que muchas mujeres han vivido. Eres libre y te sientes libre pero alguien te dijo alguna vez que “el fútbol era para chicos”, supongo que alguien celoso con tus dotes con el balón. Te hicieron sentir muy diferente por serlo y cediste por un tiempo. Aquel no era tu lugar. Porque tu lugar es aquel en el que puedes ser como quieras ser sin ataduras y burlas.

En ti veo la lucha de otras muchas chicas que tiempo atrás no se habrían atrevido a pedir un balón para reyes. Niñas que han sido infelices jugando a muñecas y cosas de chicas y que jamás calzarán unas botas. Niñas que se dedicaron a la danza cuando sus piernas deseaban golpear un balón bien lejos.

El tiempo pasó y seguí comprándote todos los balones que me pediste. Dejaste las diademas para los días de fiesta y empezaste a ajustarte la coleta. Cambiaste los dibujos animados por ver técnicas para perfeccionar tu destreza con los pies y tus lienzos se llenaron de personajes que como a ti les encanta el fútbol. Había una semilla en ti y nadie ha podido detener su crecimiento.

La sociedad cambia. Ahora las chicas ganaron la copa del mundo y consiguieron su estrella dorada. Alzaron su trofeo y gritaron por los esfuerzos de otras a las que ahogaron sus palabras reclamando los mismos derechos. Y no solo hablamos de dinero, si no también de respeto mutuo. Un señor desde su palestra, desde su cargo decidió ser noticia cuando debió quedarse en un segundo plano y dejar que ahora sí quienes brillaran fueran ellas. Supongo que nadie le ha enseñado los límites dónde están pero quizás ahora sí sea el momento hija mía de mostrar al mundo que todo no vale y que como te he repetido desde que eras pequeña el cuerpo de cada uno es el cuerpo de cada uno y nadie tiene derecho a profanarlo sin consentimiento.

Querida hija queda mucho por hacer. No se trata de ser unos más que otros pero sí iguales en derechos y obligaciones. Hay muchas personas apoltronadas en ideas erróneas acerca de lo que las mujeres somos. Si callamos aceptamos y si hablamos somos feministas. Parece un insulto pero aprenderás con el tiempo que el feminismo necesita seguir existiendo porque el machismo así lo reclama.

No todos los hombres ni mujeres gustan de los extremos. Algunos preferimos el equilibrio. Y sí reclamo un feminismo equilibrado y justo así como reclamo más voces alzadas en contra de actitudes que dejan a la mujer como protagonistas de una historia equivocada que no es la de un beso consentido si no la de haber conseguido llegar a la cima dentro de un deporte que siempre se ha considerado que estaba en manos de los hombres y solo de ellos. Porque estas mujeres no han tenido ni los mismos apoyos, ni las mismas oportunidades ni la misma recompensa por un mismo trabajo.

Con su triunfo algunas niñas sienten que tienen un referente femenino al que querer parecerse. Querida hija quizás ahora sí aquellas voces que un día te dejaron sentada llorando y te obligaron a elegir entre ser chica o chico masquen lentamente sus palabras.

Da igual dónde juegues, con quién, cómo o para qué porque verte ser feliz mientras lo haces es tú gran triunfo. No haber renunciado te hace ser grande. No puedo prometerte que el mundo vaya a cambiar rápido pero sí que usaré mis palabras siempre para seguir recordando al mundo que ser mujer es ser mujer nada más que eso y todo.

Esta no es la historia más bonita jamás contada

Esta no es la historia más bonita jamás contada. No seremos los reyes del baile. Ni el primero el uno del otro. Nuestros recuerdos no son tantos como para olvidarlos y no obviamos los detalles porque aún nos parecen importantes. No vamos al grano y aún nos quedan muchas cosas por contarnos.

Esto no es París y no empecé a sentirte cerca en la Torre Eiffel. Sabes que muero por recorrer esas calles contigo pero nuestras coordenadas son otras y no las cambiaría por nada porque lo bonito es que las historias empiecen y no se queden suspendidas en el tiempo.

Nadie hablará de nosotros cuando no estemos y eso es bueno porque solo se habla de las personas que se han querido pero cuyo amor acabó en tragedia. A todo el mundo le gustan las historias de amor pero no todo el mundo se hace cargo de la suya y prefiere vivir las del resto.

La vida es caprichosa a veces y otras sabe que es mejor esperar. No sé si fue el destino quien nos puso en el mismo camino o nosotros que escuchamos al cielo. En aquel baile nupcial hace diez años fuimos invisibles el uno al otro quizás porque nuestro tiempo no había llegado.

Has rodado por medio mundo y yo me he quedado quieta en el mismo sitio. Tú no sabias que llegaría y yo que eras tú. No te salían las cuentas. El saldo era negativo. Pero ahí reside la valentía en arriesgar sin saber que va a pasar.

Vendrán días de luz y otros en los que tendremos que encenderla nosotros. Vendrán días de silencio porque el alma pese. Vendrán días en los que no nos entenderemos y salgan a relucir nuestras heridas. Vendrán días en los que necesites ir al mar para aclarar tu mente y sea yo quien con mis pies en la arena te espere y otros en los que yo necesite caminar muchos kilómetros y quiera que seas tú quien me espere en la meta.

No somos el punto de partida el uno del otro. Piensas demasiado y vuelas mucho pero siempre vuelves. Sabes que no se me da bien usar los palos cuando hay piedras pero vigilas donde piso. Sé que no se te dan bien las palabras pero sí las acciones.

Quizás esta no sea nuestra historia, si no una más. Pero sí son nuestras coordenadas y mientras nos echemos de menos viendo un atardecer el uno sin el otro o queramos robarle un beso al mundo mientras él baila…seguiremos escribiendo nuestra historia aunque nuestras coordenadas cambien…

Sigue volando…

Siempre he pensado que durante el verano los niños crecen más que durante el invierno. No creo que haya nada científico en esta afirmación pero tal vez mi profesión hace que deje de ver durante unas semanas a mis alumnos y cuando regresan en septiembre el cambio sea más que evidente.

Este año te ha tocado crecer a ti. De repente no soy yo la que apoya su rodilla en el suelo para mirarte a la altura de tus ojos si no tú la que me mira cara a cara queriendo entender que hasta nuestro cuerpo se nos descontrola sin que podamos hacer nada salvo cuidarlo, quererlo y amarlo tal cual es. Tenemos un envoltorio que protege lo que realmente somos. Con el tiempo cada cosa acaba colocándose en su sitio y termina esa etapa de desconcierto.

Hay preguntas que no tienen la respuesta que tú quieres y hay otras que no estás preparada para escuchar. Sé que hay preguntas que ni yo puedo contestarte y otras que por el momento duelen. También sé que sabes el límite y eres lo suficientemente sensible para saber que hay puertas que aún no puedes abrir y que te faltan algunas llaves. Sabes que no me canso de repetirte que las cerraduras no hay que forzarlas así que si ahí no encajas busca ese lugar que te está esperando en el mundo.

Los días que me coges de la mano sé que sigue en ti esa niña, mi niña, mi Pequeña Campanilla I. Sigues queriendo tu sitio en el sofá a mi lado sea invierno o verano. Me has confesado que quieres seguir creciendo para volar alto, para ser mayor, para vivir experiencias nuevas, viajar, compartir tiempo con tus amigas pero que quieres que yo me quede así en este punto de mi vida, con estos años, con estas arrugas, con esta energía y con todo lo que la vida nos regala cada día. Pero sabes que ni aún vendiendo mi alma al diablo podremos detener el tiempo.

Eres más fuerte de lo que crees y más valiente de lo que necesitas. Piensas sola, sientes sola y sabes quien sí y quien no. No necesitas ninguna mano que meza tu cuna y solo el tiempo encaja las piezas. Solo se rompen algunos platos pero quizás llegue el día que a alguien si se le rompa toda la vajilla y entonces ya no sea posible pegar los trozos. Ojalá ese día no llegue pero para entonces nadie podrá ahogar tu voz y serán otros lo que se queden sin palabras.

Voy a maldecir a todos y todas los que te rompan el corazón, los que te hagan sentir indiferente, los que te excluyan, los que no te permitan ocupar el lugar que te corresponde, los que intenten apagar tu brillo, los que te digan que no puedes y los que intenten enloquecerte. Pero aprenderás que el problema son ellos no tú y que en el fondo actúan atacados por sus miedos, sus demonios, su baja autoestima, su falta de autoconocimiento y su poco amor a si mismos. Quien se quiere y se respeta no le pierde el respeto a nadie y asume desde su yo adulto sus faltas. Aprenderás a reconocer los niños interiores heridos y huirás porque junto ellos jamás podrás ser tú.

Palabrita de mamá que todo pasa, y esto también lo hará. Solo la esperanza sabes que es lo que nos levanta cada mañana y yo nunca he perdido ni perderé la fe en ti. Sigue volando mi Pequeña Campanilla I.

Fuera de plazo

No siempre se cumplen los plazos. No siempre podemos cumplir con las fechas y no siempre acabamos lo que empezamos. Hay decisiones que no pueden aplazarse ni cariños que pueden postergarse porque entonces ya es tarde.

Todos hemos vivido ese momento en el que sabes que dejaste escapar una oportunidad. Hay palabras que quedan ahogadas en la garganta, abrazos que no damos y sonrisas que no mostramos.

Rogamos prórrogas sabiendo que hay cosas que es mejor acabar pero no lo hacemos por debilidad si no para coger fuerzas y salir de la forma mejor parada y menos lastimada. El problema es que no siempre le hacemos caso a nuestra intuición y no sabemos ver las señales.

Pedir un tiempo es justo para quien lo pide y una amarga experiencia para quien lo concede. Y todo esto nos pasa porque no somos responsables emocionalmente y no nos hacemos cargo de que los gestos han de acompañar a las palabras. Hablamos de más y decimos mucho pero hacemos de menos y actuamos poco para hacer sentir tranquilo al otro. Cuando estableces lazos con otra persona, independientemente la relación que te una a ella, adquieres una responsabilidad de no dañarla sea cual sea el tipo de daño.

Nadie nos enseñó a saber que nuestras emociones no solo nos afectan a nosotros si no también a los que nos acompañan. Entendemos que empuñar un arma contra otro atenta contra su bienestar, somos conscientes que nuestras palabras alcanzan al otro y pueden destruirle pero olvidamos que nuestras emociones acompañadas de nuestras acciones y gestos a veces hacen sentir a la otra persona confundida y desconfiada. Y no hay nada peor que la duda. Porque vivir en la duda arruina el más bello sentimiento junto a la decepción que es la que mata el amor entre dos personas.

Evidentemente cada uno ha de hacerse cargo de sus emociones sin salpicar a nadie pero no debemos olvidar que enfrente tenemos a alguien al que podemos hacer sentir bien con un simple gesto, con una mirada, con una caricia, con un abrazo de siete segundos y con te quiero dicho bajito al oído robando ese pequeño momento al resto del mundo.

Y como siempre me gusta repetirme “todo lo demás no importa”. Las heridas siempre escuecen y siempre habrá gente dispuesta a echarnos sal en ellas así como gente que nos ayudará a cerrarlas. Los momentos pasan y siempre habrá gente que los desperdiciará a nuestro lado y otros que contarán los minutos para compartirlos con nosotros. Los afectos van y vienen y solo unos pocos se detienen y aunque no queramos hay cariños que se aplazan y jamás vuelven. Los trenes vuelven a pasar y quizás nos pille sin el billete comprado o en otra estación pero hay que arrepentirse de lo vivido no de lo guardado, no de los “casi”, no de “no es el momento”, ni darle espacio a los miedos.

Con prórrogas o sin ellas, con los plazos cumplidos o por cumplir…esta es la vida que nos tocó vivir y cuando nacemos adoptamos una serie de compromisos para con el prójimo en el que aceptamos no dañarle. Quizás sea el momento de aceptar que nuestra responsabilidad también está en proveerle de seguridad emocional no sólo física. En algún momento hay que dejar de comportarse como niños y abrazar otras posibilidades entendiendo que hay formas que están ya fuera de plazo.

En pleno verano

En pleno verano en este lado del planeta he silenciado mis letras por unas semanas. He estado ocupada recopilando nuevas ideas, nuevos temas y respirando nuevos aires. Me he estado mirando a mí, cuidando de mi cuerpo y de mi salud física pero también mental. Sin equilibrio no puedo caminar hacia delante solo quedarme quieta mientras la vida corre. No me apremia el tiempo pero sí las ganas y los proyectos nuevos que están por venir.

En pleno verano es cuando he recuperado el aire que le faltaban a mis pulmones. Para mí guardo todos los dolores que el verano siempre trae. Hay despedidas siempre las hay y aún duelen. Solo se puede aprender a vivir con ellas y saber que todo pasa. Hay personas que valen más por lo que callan que por lo que hablan. Quizás con los años yo sea una de esas y aprenda a no pronunciar palabras de más que no dañen por dentro ni por fuera.

En pleno verano y con las redes sociales inundadas de vacaciones ideales, playas de aguas cristalinas, piscinas infinitas, comidas exóticas y bronceados uniformes quizás te sientas frustrado por no poder salir de tu ciudad o sientas cierta envidia por ver la diversión de otros y también culpable por ser verano y no estar feliz. Pero qué sabe nadie de nadie. Tuve veranos de infancia maravillosos, de adolescencia solitaria y de adulta en los que me sentía totalmente arrasada metida en un hospital o con el corazón hecho añicos.

En pleno verano puede ser que sea invierno en muchas vidas y en plena estación hibernal tal vez florezcan las más bellas flores y el sol caliente como nunca. Cada uno pasamos por todas las estaciones a lo largo de nuestro año y no tiene por qué coincidir con el tiempo real o climatológico. Hay personas felices de trabajar en verano y descansar en otoño. Las hay como yo que no gustan del verano. Lo importante es ser y estar aceptando el momento en el que está cada uno y que el mundo hable.

En pleno verano todo lo que se ve en las ventanas de las redes sociales son instantes de una vida quizás más vacía que la tuya que lamenta no poder estar de vacaciones en una playa paradisiaca. Mira a tu alrededor y busca motivos para pasar este verano haciendo que los días cuenten. Y deja que pasen, solo eso que pasen porque todo lo demás no está en tu mano.

En pleno verano he podido abrazar a mis pequeñas campanillas muy fuerte, ver cómo han crecido, escuchar sus conversaciones que me atrapan, dejar que pregunten todo lo que su curiosidad necesita saber y subir a la cima de un volcán y enseñarles a gritar “Jerónimo” muy fuerte y muchas veces para soltar todo lo que oprime sin salpicar a nadie. Les he hecho partícipe de que son lo mejor que siempre tendré en mi vida y que mi hombro siempre será el suyo para dejar caer las lágrimas, esconder su vergüenza o ser el refugio de quienes buscan descanso y sentirse en casa.

En pleno verano un día por otro voy colocando cada cosa en su lugar y encendiendo los motores para afrontar un nuevo curso. Poquito a poquito y con el firme propósito de aprender a vivir no a sobrevivir profesionalmente porque cuando uno sobrevive se pierde la esencia de todo y el rumbo.

En pleno verano vuelvo a las letras que son las que siempre me salvaron de mí misma. Y cada uno ha de buscar su propia tabla de salvación. En pleno verano espero que mis letras no se derritan en la nada y lleguen a alguna parte.

Me echaba de menos

Me echaba tanto de menos que he dedicado buena parte del día a ser consciente de ello. Echaba de menos mirarme no solo verme. Tengo manchas nuevas en mi rostro y aunque las ojeras han desaparecido después de estos primeros días de descanso sé que estos meses me han pasado factura. No hay nada que el maquillaje y las cremas no puedan disimular. La idea de aceptarme con todas esas imperfecciones está clara y la de no luchar contra el paso de los años también pero sin abandonar la idea de sentirme bien tanto por fuera como por dentro.

Me echaba de menos porque estos últimos meses han sido de ir con prisas, cubrir el expediente del auto cuidado y dejar muchas cosas personales aparcadas. Pero gasto mis veranos para recuperar parte de tiempo y dedicarlo a mí y solo a mí porque para tirar del barco necesito estar y ser yo dentro de un buen equilibrio físico, emocional y espiritual.

Necesitaba volver a hablarme y a escucharme dejando de lado ese ruido innecesario que viene de fuera y me aleja de quien soy. Necesitaba darme cariño y comprensión. Saber que tengo paz en medio de un mundo revolucionado e insensible que ahorca mi paciencia. Practicar la sonrisa y olvidar las expectativas de que el otro te la devuelva.

Llevaba meses escondiendo mi parte sensible y dejando aflorar mi parte racional y mental pero estoy cansada de mantener a raya esa otra parte de mí que no muestro a casi nadie. Pero como siempre la vida viene a empujarme y un día afloran las lágrimas en el momento menos esperado y con el público menos pensado.

No soporto lo que no creo justo y ahí si saco todos mis recursos. Con voz pausada voy expulsando cada uno de los motivos y razones. Quizás pierda pero mi propia victoria es aceptar que no hay nada personal aunque el otro escupa sus palabras de forma elevada.

Me echaba de menos porque no tenía nuevos retos, solo sobrevivir y acabar el curso académico. Porque mi lista de cosas para hacer, probar, innovar estaba estancada. Porque mi agenda de ocio estaba llena de muchas cosas para compartir pero no solo para mí. Porque el futuro estaba sombreado de gris mientras el presente estaba envuelto con luces de neón. Porque no me he parado a pensar ni a meditar solo a ejecutar y resolver. Porque me he cansado de hacer puzzles y de encajar las fichas de todos y dejar las mías de lado. Porque he dejado que la culpa me conquiste y me he juzgado por no estar para todos y todo. Porque no he sabido equilibrar todas las facetas que viven en mí y he dejado que algunas ganen más que otras.

Me echaba de menos. Te echo de menos. Me quiero y te quiero a ti que has conseguido mover el suelo bajo mis pies y me has mostrado que podemos ser dos sin dejar de ser uno y sin renunciar a lo que somos. A veces no entiendo tu humor ni tú mi falta de él pero si tengo que equivocarme quiero hacerlo contigo y que sea el tiempo quien decida por nosotros.

El poder del pensamiento

El pensamiento tiene todo el poder sobre nosotros. Nos controla, nos descontrola, nos llena y vacía, nos lleva hasta arriba y nos baja hasta el abismo. Nos nubla y nos esclarece. Nos sitúa y nos aparta. Nos hace aparecer y desaparecer. Nos refleja y nos engaña. A veces nos miente y otras nos grita la verdad.

El pensamiento es esa voz que no calla nunca. Que nos pregunta, que nos cuestiona, que nos saca de nuestra zona, que nos hace reflexionar, que nos muestra eso que duele, que nos impulsa a la acción y a decidir. El poder del pensamiento es ese que una vez te impulsa a la acción y a la decisión y ya no hay nada ni nadie que pueda pararlo.

Lo importante es saber distinguir el buen pensamiento del que no lo es. El primero querrá nuestro bien, nos hablará con firmeza pero con dulzura. El otro, nos dejará sin aire, oprimirá nuestro pecho, cortará nuestras alas y nos quitará la libertad de elegir porque usará el miedo para dominarnos.

Todos tenemos miedo a no saber hacer las cosas, a equivocarnos, a cometer los mismos errores, a no estar a la altura, a no saber responder a las expectativas y a nuestras autoexigencias. Todos nos dejamos dominar por el miedo pero a veces hay que ponerse delante de él reconociendo su poder sobre nosotros y aún así caminar hacia lo que queremos.

Pensamiento y miedo son la mayor arma de destrucción que puede haber sobre nosotros mismos. A veces cuando los pensamientos nos comen por dentro es necesario parar a mirarlos, a escucharlos y saber si los necesitamos o no. Algunos son pura chatarra, otros solo palabras y unos pocos de los buenos son los que nos sacan de la línea roja.

Llevo un tiempo en esa línea roja. Tan roja que ha ganado esta partida. Sin aliento, oprimida. Reprimida, constreñida y sin ser libre. Poco a poco esos pensamientos me han derrotado hasta hacerme enfermar físicamente. Y han sido unas pocas palabras de alguien a quien escuchaba por primera vez las que me han vuelto a situar y darme cuenta cuanto pensamiento sucio necesito lavar en este tiempo de descanso para volver a ser quien quiero ser y merezco ser.

A veces el vaso desborda. Desbordan los acontecimientos, los sentimientos, las emociones, las circunstancias y todo se descontrola. A veces no se sabe muy bien cómo se llega ahí. Y necesitas que tu terapeuta te diga que no hay nada que puedas hacer porque la vida ha querido todo eso para ti y tú todo eso de la vida. Y es ahí cuando te permites llorar porque no hay nada más sanador que dejar que las lágrimas se lleven todo lo que tú mente sabe pero tu corazón no entiende. A veces hay que saberse frágil para volverse más fuerte.

Decir que el tiempo lo cura todo es poco para todo lo que el tiempo puede hacer por nosotros. No hay nada ni nadie que pueda ayudarnos más que nosotros mismos cocreando pensamientos amables con nuestras circunstancias porque ellas no van a cambiar pero nosotros sí y el poder del cambio existe dentro de todos solo hay que creerse más esos pensamientos que nos empujan a él. Todo no serán unicornios de colores ni arco iris pero hay pequeñas cosas que parecen imposibles y un día sin magia se consiguen.

Fin

Mañana llega el fin de un nuevo curso y no lo digo ni con pena ni morriña si no más bien con un gran alivio. Mi cuerpo no puede más, mi cabeza tampoco y no hablo de mi paciencia lo que ya no alcanza. Tengo las pulsaciones alteradas y las ideas agotadas.

Y no es que estemos a final de curso solo es que estamos al final de un curso que me ha puesto a prueba en muchos sentidos. Adaptarme a una nueva ley educativa que no acabo de entender en algunos de sus aspectos merma mi forma de enseñar y de trabajar.

Pasé épocas peores a nivel personal en mi vida pero este curso escolar ha sido profesionalmente en el que más impotente me he sentido. Ante mí una sociedad que no entiendo, un trabajo que se ha convertido en todo menos en enseñar y una lidia constante con personas afectadas mentalmente que me han hecho apostar más que nunca por la terapia.

Este ha sido el curso de cuidar lo que se dice, lo que no se dice, el qué se dice, el cómo y el cuándo. De medir lo que transmites y lo que no. De analizar lo que haces y de justificarlo constantemente. Y de apostar por lo que creo firmemente porque para eso soy la capitana de mi barco. Pero sí hubo días en que hubiera echado el ancla y me habría bajado de él.

También aprendí mucho de todo, todos y de mí misma. Algunos esperan que sea la motivadora de sus retoños, otros la enfermera y psicóloga, otros la guardaespaldas pero agradezco enormemente a los que han confiado y han visto en mí lo que soy, una maestra de primaria que hace su trabajo siempre desde la mejor voluntad.

He sido colmada de cariño y de respeto por los protagonistas de mi aula y a ellos es a quienes hay que dirigir los esfuerzos. Creo que andamos todos un poco descentrados con qué es lo importante y a todos nos da por opinar y juzgar de más cuando somos los maestros los que más tiempo pasamos con los niños.

Mañana respiraré fuerte mientras abrazo a cada uno de mis veinticuatro alumnos. Les desearé unas buenas vacaciones y empezaré a desmontar mi aula y a pensar en un nuevo proyecto. En algún momento he perdido la ilusión, la motivación y el deseo de continuar pero me niego a hacerlo por otros motivos que no sean los puramente educativos.

No prometo ser esa profesora de hace diez años pero voy a esforzarme en estas merecidas vacaciones por usar mi goma de borrar porque tal y como les enseñé a mis alumnos este curso todos podemos siempre borrar y volver a empezar. Y eso, como muchas otras cosas no están en el temario ni en las programaciones pero enseñar es el camino más incierto que jamás recorreré.

¡Fin curso 2022-2023!

Un cuerpo, mil facetas

Mi reflexión de hoy es acerca de cuantas facetas puede albergar una misma persona. Si fuéramos una moneda solo tendríamos dos caras aunque también pudiéramos caer y rodar por el suelo al final mostraríamos uno de los lados.

Pienso en mí y soy un mismo cuerpo transitando cada día entre varias facetas. Me levanto siendo una mujer despeinada que se pone el delantal de mamá para preparar desayunos y almuerzos. Salgo por la puerta de casa y atravieso la del cole para enseñar las horas de un reloj o las partes de un río. Me pongo los guantes de enfermera para curar algunas heridas de guerra fruto de la intensidad que se vive en el patio. Y acabo mi jornada haciendo coaching para que mis alumnos no pierdan la motivación, esa que nadie más parece poder transmitirles.

Estamos a final de un duro curso escolar que finaliza en pie de guerra pidiendo audiencia a golpe de mazo. Mi salud se resiente, mi garganta a penas mantiene su voz pero dentro de setenta y dos horas doy por concluido este año. Entonces y solo entonces me sentaré a reflexionar acerca de cómo hemos llegado a este punto de no retorno en la enseñanza. No me darán el diploma a la mejor maestra del año ni tampoco a la más diplomática pero a las cosas hay que llamarlas por su nombre desde el más absoluto respeto.

Ser madre y maestra fueron las mejores elecciones que hice en el pasado. Pero hay otras silvias que habitan en mí y que van pulsando poco a poco. Algunas no las elegí yo si no que me eligieron ellas. Algunas no desaparecieron simplemente se adormecieron y ahora ante su llamada tienen que despertar. Ya probé a ignorarlas y pagué un precio muy alto. Malgasté muchas monedas y ahora con las que me quedan he de encajar las piezas del puzzle.

Mi vida siempre estuvo llena de renuncias por muchos motivos. Hubo un tiempo en el que las acepté sin más pero ahora no es ese tiempo, ya no, ya no va conmigo. Ya no puedo, ya no quiero. La sangre llama a la sangre. Los antepasados tiran y los presentes claman por ti. La lealtad tiene un precio muy alto pero cuando lo pagas te sientes ligero y lleno de paz. Entonces sabes que haces lo correcto aunque otros miren de reojo.

Empieza la estación veraniega. Los días se llenan de sol, mucha agua llena de sal y cloro y helados de media tarde. Días de descanso y noches de baile. Viajes, planes y risas. La vida continúa y la paciencia todo lo alcanza. Sé que el sufrimiento viene sin que se le espere igual que las conversaciones largas y tediosas curan heridas y abren brechas. Sé que al amor no le van los números y que vivir es arriesgar. Aprendí que levantar muros solo sirve para separar pero que también se pueden derribar. Lo mejor del tiempo es que coloca a cada uno donde debe estar y ahoga las amarguras y que también da y quita la razón.

Sigo explorando nuevas facetas y quien sabe si el verano traiga nuevos aires y me despeje la mente. O tal vez, vengas a devolverme la paz que me quitó el invierno y ahuyentes todo eso que ya no forma parte de ninguna de mis facetas. Tal vez, todo o tal vez nada…